Hace quince años mi vida era un completo desastre. Vivía cada día en la más miserable tragedia. Cada día era peor al anterior y lo más desagradable era que estaba solo. Vivía con mis abuelos y añoraba vivir con mis padres. Vivía con mis padres y sufría por la vida tan vacía que teníamos.
Cierto día, mi madre me ofreció ir a estudiar a un internado en el D.F.
"Una oportunidad de escape", se me ocurrió.
Fué algo muy difícil dejar atrás mis cosas, mis conocidos, mis abuelos, la familia que no me comprendía, etc.
Sin embargo, algo dentro de mí, que se moría de miedo (era yo un chiquillo chechón), sabía que era una nueva oportunidad, una nueva experiencia, un largo viaje para olvidarme de esa vida tan desagradable.
Volaba en Aeroméxico y sentía como mis penas se quedaban en el suelo, pequeñas como hormigas, lejanas e insignificantes.
Llegué al internado y el pánico se apoderó de mí, era un mundo diferente al que conocía hasta entonces. Gente de todos lados, algunos amigos, algunos patanes. Niñas hermosas de todas formas y colores. Y Dios, ahí hablaban de Dios hasta en el excusado. Tal vez de ahí venga mi agnosticismo.
El primer año fué tan difícil como mi primer año de vida. Tuve que aprender a lavar mi ropa, cocinar, limpiar, etc. Entré a trabajar, porque no nos alcanzaba para la mensualidad, por lo que lavé baños (de mujeres también) y viví muchas experiencias más. Algunas desagradables, otras memorables.
No les contaré todas mis peripecias, lo dejaré para la comedia sobre mí que escribiré algún día.
El punto es que, el primer día en el internado, cuando mi madre se marchó y me dejó al cuidado de Dios y de esa gente; me sentí abandonado, solo, impotente y tal vez desdichado.
"¿Que no era esto lo que querias?", me pregunté muchas veces.
Cada mañana, cuando me despertaba, desde mi litera, veía al mundo con ojos de soñador de pesadillas, aterrado. No sabía lo que sucedería, solo tenía las palabras que la supervisora había dicho cuando me recibió: "No se preocupe hermana, que lo cuidaremos bien...".
Irme a la cama el primer día fue toda una odisea. No pude dormir gran parte de la noche y cuando amaneció, me sentía como en un sueño. Estaba en un trance del que no despertaría hasta cuatro meses después, cuando tomara un avión de regreso a casa.
Esa casa de la que quería escapar y ahora pretendía regresar.
No les haré más largo el relato, el punto es que esa noche, mi primera en el internado, lejos de casa, amigos, familia, etc; tuve una sensación muy similar a la que tengo en este momento.
¿Cerrar el capítulo? ¿Iniciar uno nuevo? Yo creo es más como saltar de libro. Comenzar uno nuevo. Uno en donde, una vez más, comienza conmigo y termina no sé donde.
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CUENTOS, LIBROS Y OTRAS ANÉCDOTAS
Comencé este blog en el 2005, a manera de entretenimiento. Al principio no sabía que es lo que quería escribir, pero pronto descubrí mi afición por las historias cortas. Un día, el primer “Cuento Fúnebre” vio la luz. Disfruté tras escribir cada cuento y me prometí que algún día escribiría un libro. Ahora es ese día.
Si te han gustado mis historias y reflexiones, te invito a conocer un nuevo sitio Web que he estado preparando. Uno en donde, además de continuar escribiendo mis cosas, comentaré mi progreso en los diferentes proyectos que me he propuesto.
eduardoferron.com
Que chingón eres.
ResponderBorrarWow, Eddy, no sabia que habias sufrido tanto. Parece que tu y yo tenemos algo de que platicar. Te quiero manito!
ResponderBorrarPara alcanzar la gloria hay que tomar el camino largo.
ResponderBorrarVas por buen camino, un abrazo
lo que no me explico fue en que momento adquiriste la costumbre de levantarte a las 5am :P
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