Camino a ninguna parte

Camino por las calles desiertas de la ciudad que me alberga y que a la vez me da nada. Camino y pienso, porque pensar es lo único que puedo pagar en estos momentos, pienso que ya nada me queda en este mundo. ¿He dicho mundo? Tal vez quise decir vida, aunque no estoy muy seguro de ello.

Ahora mismo me encuentro en el parque de Santa Gertrudis, aquel que siempre esta lleno de niños por la mañana. Los árboles crecen y siempre estan llenos de hojas. Parecen gigantes que poco les importara que yo este aquí, o que la ciudad este allá. Pero la verdad es que si, y por eso lloran. Pasó mucho tiempo antes de que lo notara, por eso me gusta venir por las noches, para escuchar sus lamentos. No me malinterpreten, no es mi intensión hacerlos sufrir, lo que sucede es que cuando lo hacen, dicen frases muy bellas que se graban en la mente. No creo que usen palabras, porque no las recuerdo.

A unos pasos mas hacia el centro esta aquella banca, si, la que ya esta carcomida por el sol, la que solía ser mi punto de partida. Aun recuerdo que los primeros días de este largo viaje los pase sentado, mirando, nada mas que eso. Miraba todo el tiempo, pero no podía ver mi camino. Sabía que aquí no lo había de encontrar, pero me desistía de salir a su encuentro. Creo que fue el hambre lo que me hizo levantar. Hambre que en ese entonces dominaba mis sentidos, no como ahora.

Recuerdo bien que fue en un día muy soleado, caminando por ese flamboyan de gran tamaño, cuando tropecé con una niña que me miro a los ojos y yo vi dentro de ella. No podría explicarles esa extraña sensación, como de vacío en mi interior. He pasado mucho tiempo buscando las palabras para explicarlo, pero aun no las encuentro. Creo que aun no existen, pero ya no puedo inventarlas. Este vacío creció en mi interior y ahora ya se ha hecho dueño de mi. ¿He dicho de mi? Para entonces ya eramos dos.

Al principio fue difícil hacerme entender. Pasaban los días y no podía explicarle que yo quería que se marchara, pero entonces me daba cuenta que no era yo el que lo deseaba, sino El y finalmente yo, la verdad es que ya no lo recuerdo. Hablábamos entonces en otra lengua que ya no recuerdo, pero que me resultaba muy difícil para hacerme entender. Al final, decidimos caminar. Y desde entonces camino.

Camino a ninguna parte, porque perdí mi camino. Porque este yo que es tan necio no quiere parar. Dice que de algún modo lo ha de encontrar y volveremos a viajar. Mientras tanto camino y no puedo dejar de pensar que todo camino tiene su final y mientras no lo hallemos no podré descansar. Pienso, porque es lo único que me queda en este momento, que cuando lo encuentre yo también he de llorar y diré frases que aun no comprendo, pero que alguien las habrá de escuchar.

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